lunes, 10 de mayo de 2010

tres reglas para la educacion de los hijos

UNA ESTRATEGIA COMPUESTA

Nuestra meta como padres es ver a nuestros hijos seriamente dependiendo de Cristo y su Palabra, para la cual debemos esforzarnos pero ¿cómo la llevaremos a cabo? En Efesios 6.4 encontramos una triple respuesta a esta pregunta. Una parte está formulada en forma negativa cuando Dios nos dice lo que debemos evitar en la crianza de nuestros hijos. Las otras dos partes están presentadas en forma positiva donde Dios nos dice lo que sí debemos hacer.

Primera estrategia: No provocarlos a ira

En cuanto a lo negativo, Dios dice que debemos evitar provocar a nuestros hijos a ira. Aquí habrá que explicar el significado de las palabras «provocar» e «ira». No provocar la ira de nuestros hijos no significa que jamás haremos actos que podrían molestar, desagradar o hacer que se enojen. No significa que nunca debemos negarles cosas o dejar de darles algo que desean ansiosamente.

Significa que nunca debemos tratarlos de tal modo que sus pasiones sean innecesariamente excitadas, que no debemos tratarlos de manera que sean incitados a un estilo de vida iracundo y lleguen a ser hombres y mujeres irascibles. La Biblia al Día dice: «Y en cuanto a ustedes, padres, no estén siempre regañando y castigando a sus hijos, con lo cual pueden provocar en ellos ira y resentimientos». Lo que debemos evitar es exasperar a nuestros hijos al punto de producir en ellos un resentimiento profundo y duradero.

Colosenses 3:21 en la Nueva Biblia Española dice: «Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se depriman», y la versión Dios Habla Hoy: «para que no se desanimen». En el griego la palabra que se traduce «depriman», «desanimen», o «vuelvan infelices» significa: «dejar de soplar el viento sobre las velas de un barco». Dios está diciendo: «No formen a sus hijos de tal modo que les quiten toda fuerza o iniciativa. No los críen de tal manera que se tornen totalmente frustrados, decaídos, amargados, hostiles, holgazanes, pesimistas, negativos, temerosos, miedosos, inseguros, rebeldes, resentidos, impíos y descarriados».

«Por todos los medios», dice Dios, «eviten provocar a sus hijos a la ira». ¿Pero cómo podremos obedecer este mandato?

¿Cómo evitamos irritar a nuestros hijos a la ira? Para evitar provocar a ira a nuestros hijos considere lo siguiente:

• Tenga expectativas reales acerca de ellos.

• Repréndalos o corríjalos en el modo adecuado. Si usted se equivoca pida perdón.

• Practique lo que predica.

• Debemos impregnar las mentes de nuestros hijos con valores y normas correctas por medio de preceptos y del ejemplo personal. Nuestra sociedad ha hecho ídolos del poder, la fuerza, la belleza, la riqueza, la inteligencia y la capacidad atlética. Esto es lo que la gente valora. En nuestra sociedad, una persona exitosa es alguien que posee por lo menos una de estas virtudes. Según la Biblia, esta forma de medir el valor y el éxito no es correcto porque Dios no valora esto. Por tanto, debemos esforzarnos por inculcarles a nuestros hijos el hecho de que no los valoramos en base a estas cualidades externas y superficiales. El niño que no es tan inteligente o bien parecido, o no tan buen atleta debe saber que le ama y valora tanto como aquel que posee estas cualidades.

• Busque tener buenos momentos con sus hijos.

• Comuníqueles libremente amor y aprecio. Hágase el hábito de manifestar su amor y aprecio por sus hijos en forma tangible: con un abrazo, un beso, una palmada en la espalda, con palabras, por notas escritas, con un regalo, al jugar con ellos, al escucharles, y al respetar sus opiniones.

• Permítales falla y cometer errores sin que ello les haga sentir que no serán aceptados.

• Debemos hacerles conocer las expectativas, reglas y reglamentos. Debemos reconocer nuestros errores, pedirles perdón cuando les hemos fallado, y procurar una reconciliación.

• Debemos facilitarles el acercamiento cuando tengan problemas, dificultades y preocupaciones. Aprenda a escuchar cuando deseen hablar. En lo posible esté a su disposición.

Efesios 6.4 dice que la meta de los padres debe ser criar a sus hijos en el Señor. También indica que para hacer esto debemos evitar provocarlos a ira. Esa es la primera parte de la estrategia de Dios para una crianza eficaz de los hijos.

Segunda estrategia: En disciplina

La segunda parte de la estrategia de Dios se encuentra en las palabras «en disciplina y amonestación del Señor». La palabra griega traducida como «disciplina» significa «inculcar en la mente». Para criar a sus hijos Los padres deben inculcar algo en sus mentes. ¿Qué es lo que deben inculcar? La instrucción, el consejo o la amonestación del Señor.

El niño «debe ser alcanzado en su corazón con la Palabra de Dios. El mensaje de Dios debe llegar en primer lugar al corazón de nuestros hijos, llevándolos al arrepentimiento y a la fe. Los padres deben guiarlos al arrepentimiento, a la convicción de pecado, al Salvador. Y luego deben continuar mostrándoles lo que Él desea y motivarles…»

En la Biblia Dios da instrucción y principios para guiarnos en todas las áreas de la vida. Dios da principios para ayudarnos a relacionar con otras personas, a controlar y utilizar nuestras emociones, a utilizar el tiempo y dinero, a enfrentar y resolver problemas. Ayuda a tomar decisiones, vencer a la ira pecaminosa y el resentimiento, a tener un buen matrimonio, a hacer amigos, y cómo responder cuando somos maltratados. Nos provee las herramientas para saber cómo trabajar, cómo llegar a ser comunicadores eficaces, cómo vestirnos, cómo ser buenos padres, cómo establecer valores y normas correctas, cómo orar, cómo estudiar la Biblia y mucho más. La Biblia es el libro más práctico del mundo, y es nuestro privilegio y responsabilidad criar a nuestros hijos inculcando en sus mentes estas verdades.

Con esto no quiero decir que nosotros debamos dar toda la enseñanza. Podemos y debemos utilizar todos los recursos de la iglesia y aun recurrir a hermanos cristianos para que nos ayuden en esta tarea; poner en las manos de nuestros hijos buena literatura cristiana: enviarlos a una escuela cristiana donde la enseñanza bíblica sea diariamente impartida.

Pero aunque utilicemos todos estos recursos debemos comprender que, en última instancia, la responsabilidad de criar a nuestros hijos para que conozcan las Escrituras y establezcan sus valores, no es de la iglesia o la escuela. Es nuestra como padres y recae especialmente sobre el padre como cabeza del hogar.

El medio que utiliza Dios para salvar a las personas y transformarlas a la semejanza de Jesucristo (madurar) es la amonestación e instrucción en la Palabra de Dios. Por lo tanto, si como padres honestamente deseamos criar a nuestros hijos, guiándolos hacia la madurez espiritual, debemos vigilar que la verdad de la Palabra de Dios sea inculcada en sus mentes. Debemos procurar darles una buena educación académica, pero es más importante instruirlos en el consejo y amonestación de Dios. Debemos instruirlos por medio de la enseñanza formal e informal, por preceptos, principios, e ilustraciones, pero en especial por nuestro ejemplo práctico, consecuente, piadoso.

Tercera estrategia: En amonestación

Una tercera parte en la estrategia en la crianza de los hijos se encuentra en las palabras «en la amonestación del Señor». Contrariamente a lo que muchos piensan los hijos no son angelitos. No hacen lo correcto por naturaleza, ni se impacientan por escoger lo bueno y santo. Dios dice que necesitamos disciplinarlos para ayudarlos a escoger correctamente y aprendan a hacer lo bueno y vivir rectamente. La disciplina se refiere a la enseñanza obligada, o con estructura, enseñanza que se grabe en sus mentes.

Dios dice: «Si quieren que sus hijos crezcan bien, tendrán que lograr que obedezcan. En ocasiones se opondrán a las cosas que son para su bien y tendrán que utilizar disciplina para motivarlos a hacer lo correcto». Hay sólo una clase de disciplina que debemos utilizar en la crianza de nuestros hijos: «la disciplina del Señor», la que se manda en Proverbios, la que Dios utiliza para con sus hijos.

A continuación una lista de algunos principios que están involucrados en el ejercicio de la disciplina según Dios:

• Los límites y normas deben ser claros, bien establecidos y anunciados. (Pr 29.15; Ex 20.1–17).

• No deben ser demasiados y deben ser claramente comprendidos. (Ex 20.1–17; Mt 22.34–40).

• Las normas deben ser cumplibles, no movibles y consecuentes. Deberán poder ser impuestas. • No las bases en trivialidades ni deben ser arbitrarias. Explique el motivo de ellas (Ef 6.1–2).

• Procure establecer sus normas y reglamentos sobre principios bíblicos. Recuerde que son para el bien de sus hijos, ellos necesitan límites para alcanzar seguridad y aprender a distinguir entre lo bueno y lo malo.

• Toda vez que sea posible, díganles no sólo lo que esperan de ellos sino demuéstrenselo.

• Cuando se violan las normas, administren el castigo necesario.

Dios no siempre nos disciplina de la misma forma. Acomoda la disciplina a nuestra necesidad. El castigo debe administrarse con instrucción y previo acuerdo de los padres. Los hijos deben saber que sus padres están de acuerdo. Si sienten que uno de los padres es «blando» y que el otro es «estricto» los resultados pueden ser desastrosos.

La disciplina debe administrarse en forma consecuente. No debemos castigar a los hijos por algo en una ocasión e ignorarlo cuando hacen lo mismo en otra circunstancia, no habrá crecimiento ni corrección a menos que sea consecuente.

Si una acción es considerada errónea una vez, lo será también, la segunda, la tercera y aun la décima vez, a no ser, por supuesto, que usted comprenda que su norma estaba equivocada.

El castigo debe administrarse con la suficiente fuerza como para desalentarlos a desobedecer nuevamente. La disciplina debe ser lo suficientemente severa como para recordarla pero no tanto como para dañar a los hijos (Pr 23.13–14).

La disciplina debe administrarse con un corazón de amor (Pr 13.24; 1 Co 16.14; Ap 3.19). A propósito, el amor y la ira no necesariamente son opuestos (Ef 4.26, 32). La ira pecaminosa, descontrolada y el amor en sí son incompatibles (Ef

4.31–32; 1 Co 13.4). Sin embargo, la ira controlada y el amor genuino pueden morar en el mismo corazón al mismo tiempo

y estar dirigidos hacia la misma persona. Es legítimo enojarnos con nuestros hijos por desobediencia genuina. Al mismo tiempo, no debemos expresar ese enojo en maneras pecaminosas (con gritos, alaridos, con rencor, irritabilidad, etc.) sino siempre en forma cariñosa por el bien de nuestros hijos.

CONCLUSIONES

Padres:

Lo principal es que críen a sus hijos de acuerdo al plan de Dios. El no hacerlo constituye una desobediencia a su Dios. En segundo lugar, deben adoptar este plan porque será para el bien de toda la familia: padres e hijos. Tercero, deben adoptar este plan porque así sus hijos ya no serán un obstáculo entre padres, sino un lazo que los unirá más.

El asistir o no a una iglesia no garantiza la salvación de su hijo, de cualquier manera, la responsabilidad final de ello depende, y es una responsabilidad primaria de los padres. No tiene excusas pensando en que los tiempos pasados fueron mejores, no es así. La crianza de sus hijos es responsabilidad suya y no puede delegarla.

Debe predicar con el ejemplo y ser el modelo que ellos quieran seguir, debe sembrar y cultivar la semilla en sus corazones

y entender que los caminos de Dios no son los del mundo. Padre usted es el sacerdote de su casa.

Ore por ellos todo el tiempo pidiendo protección y guía del Señor para sus vidas, ore para que sean personas exitosas desde la óptica del mundo: económica, profesional y socialmente. Pero sobre todas las cosas pida para que sean hombres y mujeres temerosas de Dios.

Jóvenes:

La responsabilidad principal por la vida recae en cada uno, no pueden culpar a otros por lo que suceda con ella, recuerden que todo lo que se hace o deja de hacerse trae consecuencias. Es fácil tratar de buscar culpables, pero al margen de encontrarlos, en apariencia, quienes vivirán el resultado de las cosas, serán ustedes.

El padre y la madre, por más que se esfuercen, no podrán garantizar su salvación, ella depende de ustedes. Ustedes deciden a quién seguir y qué hacer.

Deuteronomio 11:26 – 28: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.”

Isa 55:8 – 9: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

Esas palabras no pueden ser más claras. Sepan elegir su camino, busquen a Dios y caminen de la mano de sus padres, acudan a ellos en busca de consejo sabio, hónrenlos y tendrán bendición. El mejor lugar para acudir en busca de ayuda, después de Dios, son sus padres.

No malentiendan los límites, normas y disciplina. Ayudan a forjar mejores personas. No crean que sus padres por ser mayores son cuadrados, pasados de moda o ridículos porque les aconsejan o restringen en algunas cosas. Algo han vivido y saben lo mejor para ustedes. Establezcan una buena comunicación basada en la confianza y el respeto mutuo.

En el universo existen sólo dos personas: usted y Dios. Dios ha establecido reglas específicas para vivir y Dios no se equivoca. Al desobedecerlo y apartarse de Él. Adivine, ¿Quién se equivoca?

la importancia de las normas (ser responsable no es lo mismo que ser obediente)

¿Cómo y cuándo enseñar
Responsabilidad?
Por Escuela para Padres (La Familia A.C)
Inculcar en los niños el valor de la responsabilidad es darles el mejor regalo
de parte de sus padres y educadores. Esta virtud les dará la capacidad de
cuidar de sí mismos y ser adultos responsables en su vida futura.
Pero muchos padres se preguntarán: ¿Qué edad debe tener un niño para
empezar a educar su sentido de la responsabilidad? La respuesta es: lo más pronto posible. En
cuanto un bebé empieza a gatear, a manipular objetos pequeños y a entender cosas sencillas del
lenguaje hablado, se le debe enseñar a que recoja sus juguetes o a que no toque ciertos adornos
de la casa.
A medida que el niño va creciendo y de acuerdo a sus capacidades, se le debe desarrollar la
sensación de poder, para que se pueda apropiar de sí mismo. Esto le dará confianza suficiente
para desarrollar las tareas que le son asignadas. En la medida en que aumenta su grado de
capacitación y habilidades, serán necesarias nuevas responsabilidades.
Responsable no es lo mismo que
obediente
Muchas veces se confunde responsabilidad con obediencia. Los
padres y maestros que constantemente dan órdenes a los niños,
contemplando con satisfacción cómo éstos las ejecutan, no
necesariamente están enseñándoles a ser responsables. Los niños
actúan de manera responsable cuando se comportan adecuadamente
sin que haya que recordárselos una y otra vez.
Según los autores Harris Clemes y Reynold Bean, un niño es responsable si:
• Realiza sus tareas en el hogar y el colegio sin que haya que recordárselo en todo momento.
• Puede razonar lo que hace.
• No echa la culpa a los demás sistemáticamente.
• Es capaz de escoger entre diferentes alternativas.
• Puede jugar y trabajar a solas sin angustias.
• Puede tomar decisiones que difieren de las que otros niños toman en el grupo en que se
mueven.
• Respeta y reconoce los límites impuestos por los padres y profesores sin discusiones
inútiles.
• Puede concentrar su atención en tareas complicadas (según su edad) durante cierto tiempo
sin llegar a situaciones de frustración.
• Lleva a cabo lo que dice que va a hacer.
• Reconoce sus errores y trata de corregirlos sin armar un lío.
La importancia de las normas
Para inculcar la responsabilidad en los niños es primordial que en el hogar
se establezcan normas y reglas claras. De lo contrario les resultará difícil
practicar la autodisciplina necesaria para controlar su propio
comportamiento. Se sentirán confundidos y no sabrán exactamente cómo seguir las directrices que se les dan.
Si los niños no tienen claro qué esperan sus padres de ellos, o no saben cuáles son sus deberes, no podrán
educarse en el valor de la responsabilidad. Padres y educadores deben no solo establecer normas de la manera
adecuada según la edad de cada niño, sino explicar cuáles son las consecuencias por transgredirlas.
Los autores del libro “Cómo enseñar a su hijo a ser responsable” aseguran que los niños a quienes no se les dan
deberes en el hogar desde la primera infancia, carecerán de habilidad para organizarse, para fijarse objetivos y llevar
a cabo tareas complejas a lo largo de su infancia y adolescencia. Sin embargo es fundamental que los padres
tengan en cuenta tres reglas al asignar responsabilidades a los hijos para que ellos interioricen este valor:
1. Sea coherente: Cuando una norma no se cumple, se debe dar un suave castigo. Esto tiene sobre el niño más
efecto a largo plazo que una actitud incoherente con un castigo severo. La coherencia es una manera de demostrar a
los hijos que se está pendiente de su comportamiento.
Al ser coherentes padres y maestros, los niños se sienten más seguros y saben a qué atenerse si no cumplen las
normas y responsabilidades. Si no hay coherencia, los chicos sienten ansiedad porque no son capaces de predecir lo
que puede suceder.
2. No sea arbitrario: No ser arbitrario significa que padres o educadores hacen algo diferente a lo que habían dicho,
o hacen algo sobre lo que no habían advertido al niño. Un acto inesperado del padre ante una responsabilidad no
cumplida, aumenta el miedo y la frustración del niño.
Para evitar ser arbitrario, padres y maestros deben aclarar lo que esperan del niño, comunicarle esas expectativas de
forma sencilla y directa y concretar cuáles son las consecuencias si el niño actúa en consonancia o no con esas
expectativas.
3. Dé recompenses por ser responsable: Esta es una manera de estimular a los niños a comportarse
adecuadamente. Ello no significa necesariamente regalos materiales, sino reconocimientos pequeños que
reafirmarán en el niño la satisfacción de la labor cumplida. Además de las recompenses materiales, hay cosas como
el tiempo, la atención la preocupación, la simpatía y la buena voluntad que también son recompensa. Una cuento
más a la hora de dormir, una ida a cine, un helado, un abrazo fuerte son manifestaciones que alientan al niño a decir:
“¡vale la pena ser responsable!”.
Lo más importante es que usted,
les demuestre su amor y sobre todo sea
ejemplo para sus hijos

claves para la correcion y educacion cristiana

La primera clave es que todo padre debe dirigir a sus hijos por el camino del Señor, y de acuerdo a su Santa Palabra. Proverbios 10:5 dice: “El hijo prevenido se abastece en el verano, pero el sinvergüenza duerme en tiempo de cosecha”. Es importante que usted dé a sus hijos dirección bíblica en su vida. Ayude a sus hijos a ser persistentes, enséñeles a ser diligentes, a hacer bien el trabajo como para el Señor.

Asegúrese, por ejemplo, que ellos quieran trabajar como para el Señor. Ayúdelos a establecer metas en sus vidas: ¿Por qué están trabajando? ¿Solamente para comprar de acuerdo al consumismo latino, o para acumular dinero? Metas tales como ir a la universidad, comprarse un auto, o tener su propia casa. Debe animar a sus hijos, para que como resultado del ingreso que están ganando, ellos diezmen en forma regular. Yo no puedo enfatizar este punto lo suficiente, todo padre cristiano debe enseñar a sus hijos a dar y a diezmar para la obra del Señor.

Ayúdelos a que con sus ingresos apoyen alguna familia misionera, ayúdelos a sostener alguna familia pobre, de manera que ellos puedan ver, a primera vista, el impacto de sus ofrendas y sus diezmos. Eso los animará y los mantendrá activos y fuertes espiritualmente en el área del diezmo y las ofrendas, por el resto de sus vidas.

La segunda clave del éxito es que los padres deben ser amorosos y disciplinados. Proverbios 11:14 dice: “Sin dirección, la nación fracasa”. Y eso es verdad con respecto a los hijos, lo mejor que usted puede hacer por sus hijos es darles disciplina amorosa y amable. Anime a sus hijos. Una de mis faltas personales como padre, es que a veces paso más tiempo corrigiendo a mis hijos que animándolos. Yo creo que hay un principio muy sencillo: por cada minuto que nosotros invertimos en corregir a nuestros hijos debemos pasar tres minutos animándolos.

La tercera clave para el éxito de los hijos, es la diligencia personal. “El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es el pesar de su madre”, eso es lo que dice proverbio 10:1. Una vez más, insisto en el 100% del seguimiento del trabajo de nuestros hijos. En otras palabras, no le permita comenzar algo y luego abandonarlo. Si ellos comienzan un trabajo necesitan terminarlo, insista en que sea terminado en su totalidad, esto es lo mejor que usted puede hacer por ellos, enseñándoles y mostrándoles cómo ser diligentes en su trabajo.

En cuarto lugar, ayúdelos a establecer algunas metas personales. Proverbios 21:5 dice: “Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso!”. Inicie a sus hijos alcanzando metas a corto plazo y luego metas a largo plazo.

El quinto punto, que es uno de los más importantes, es el de la persistencia y el de la constancia. Proverbios 12:24 dice: “El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado”. Ayude a sus hijos a ser persistentes, enséñeles a ser diligentes, a hacer bien el trabajo como para el Señor, y a apegarse a su trabajo y a no renunciar a pesar de las circunstancias.

Entonces, cuando tengan este tipo de actitud alcanzarán el éxito en todas las cosas que emprendan, sobre todo en sus vidas financieras. Siempre anímelos a ser persistentes, sea franco con ellos, disciplínelos cuando no lo hagan, pero siempre anímelos. Sea de ánimo para sus hijos y se lo agradecerán por el resto de su vida.

sábado, 1 de mayo de 2010

introduccion

Las investigaciones indican que el 70% de los adolescentes que están involucrados en un
grupo juvenil Cristiano dejarán de asistir a la iglesia en los siguientes dos años luego de su
graduación de la secundaria. Piense en esa declaración. Se dirige únicamente a los
adolescentes que asisten a la iglesia y que participan en el grupo juvenil. ¿Qué sugiere eso
con respecto a aquellos adolescentes que puede que asistan a la iglesia pero que no
participan en el grupo juvenil, o quienes no van a la iglesia del todo?

Todos estamos familiarizados con Deuteronomio 6:7-9: “Se las repetirás a tus hijos, y les
hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te
levantes. Las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; las
escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.”
Sin embargo, parecemos haber olvidado o ignorado los mandamientos de Dios respecto a la
educación:
Lucas 6:40 (RVR95)
“El discípulo no es superior a su maestro; pero todo el que sea perfeccionado, será como su
maestro.” ¿Queremos que nuestros hijos adopten las creencias anti-Cristianas, socialistas,
pro-homosexuales, sin bien y mal absolutos,?
Colosenses 2:8
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas basadas en las
tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo.” Esto
es exactamente lo que les está sucediendo a nuestros hijos. Están siendo estropeados por
filosofías y sutilezas “según la tradición de los hombres.”
II Corintios 6:14
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la
justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con las tinieblas?”

principios (buenisimo)

¿dónde encontrarán ayuda para criar a sus hijos?

¿a quién vamos a acudir?

Los mejores consejos para la crianza de los hijos provienen de Dios, el Creador de la familia (Efesios 3:15). Él es el único experto en sentido absoluto. En su Palabra, la Biblia, nos brinda instrucciones prácticas de eficacia probada (Salmo 32:8; Isaías 48:17, 18). Pero es a nosotros, los padres, a quienes nos toca aplicarlas.

Al preguntar a varios matrimonios cómo habían logrado que sus hijos llegaran a ser adultos equilibrados y buenos cristianos, indicaron que el éxito obedecía principalmente a la aplicación de los consejos bíblicos. Habían comprobado que estos son tan confiables hoy como en la época en que se escribieron.

Hay que dedicarles tiempo

Ante la pregunta de qué consejo le había resultado más útil, Catherine, madre de dos hijos, mencionó sin pensarlo dos veces Deuteronomio 6:7, que dice lo siguiente: “Tienes que [inculcar las pautas bíblicas] en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. Catherine comprendió que para aplicar esa exhortación tenía que dedicarles tiempo a sus hijos.

“¡Qué fácil es decirlo!”, tal vez piense el lector. En muchas familias es imprescindible que trabajen los dos cónyuges tan solo para llegar a fin de mes. Si ambos están tan atareados, ¿cómo van a dedicarles más tiempo a los hijos? Torlief, cuyo hijo ya es padre, indica que la clave está en la propia recomendación de Deuteronomio: hay que llevarlos siempre con uno, y así surgirán espontáneamente oportunidades de hablar con ellos. “Mi hijo y yo llegamos a trabajar juntos en varias casas —explica Torlief—. Además, en nuestra familia la costumbre era viajar y comer juntos. Por eso, él siempre se sintió libre para expresar su opinión.”

Pero ¿y si se corta la comunicación y cuesta trabajo mantener la más simple conversación? Este fenómeno suele producirse a medida que los hijos se hacen mayores. Nuevamente, realizar actividades con ellos contribuye por lo general a mejorar la situación. El esposo de Catherine, Ken, recuerda que su hija se quejaba en la adolescencia de que él no la escuchaba, una queja muy común a esa edad. ¿Qué podía hacer? “Decidí pasar más tiempo con ella para poder hablar de tú a tú y que me contara lo que pensaba, lo que sentía y lo que la abrumaba. Funcionó muy bien.” (Proverbios 20:5.) Pero Ken puntualiza que este remedio surtió efecto porque en su casa ya había habido antes buena comunicación: “Mi hija y yo siempre nos llevamos muy bien —aclara—, así que ella siempre se sentía libre de contarme lo que quisiera”.

Cabe destacar el siguiente dato de un reciente estudio: al preguntar a padres e hijos si estaban satisfechos con la cantidad de tiempo que pasaban juntos, las respuestas negativas fueron tres veces más frecuentes entre los adolescentes que entre los padres. Por lo tanto, lo mejor es seguir el consejo bíblico de dedicar a los hijos todo el tiempo que sea posible, sin importar si estamos descansando o trabajando, si nos hallamos en casa o de viaje, o si acabamos de levantarnos o vamos a acostarnos. Siempre que sea posible, llevémoslos con nosotros. Como se desprende de Deuteronomio 6:7, nada puede sustituir el tiempo que pasamos con ellos.
Debemos enseñarles buenos principios

En la misma línea, Mario, padre de dos hijos, hace la siguiente recomendación: “Conviene darles mucho cariño y leerles en voz alta”. No es tanto cuestión de estimularles el cerebro como de enseñarles la diferencia entre el bien y el mal. De ahí que Mario agregue: “Hay que estudiar la Biblia con ellos”.

Así lo indica la propia Biblia: “No provoquéis a ira a vuestros hijos sino criadlos tiernamente en la disciplina y admonición del Señor”, o lo que es lo mismo, “edúquenlos y denles enseñanzas cristianas” (Efesios 6:4). En muchos hogares no se da la debida importancia a la formación moral. Hay quienes creen que cuando los hijos sean mayores, podrán elegir por sí mismos los valores que van a seguir. Pero ¿es esta una actitud prudente? Pues bien, tal como sus cuerpos requieren una nutrición adecuada para crecer fuertes y sanos, sus mentes y corazones también precisan una buena educación. Si nuestros hijos no aprenden principios morales en casa, probablemente adoptarán el criterio de extraños, sean compañeros, maestros o figuras de los medios de comunicación.

Con la ayuda de la Palabra de Dios, los padres pueden enseñar a sus hijos a distinguir el bien del mal (2 Timoteo 3:16, 17). Jeff, cristiano que ha criado a dos hijos, recomienda usarla para inculcar buenos principios: “Al utilizar la Biblia, los niños comprenden que estamos hablando del punto de vista del Creador, y no solo de las opiniones de papá y mamá. Pudimos ver que tiene un efecto incomparable en la mente y el corazón. Cuando teníamos que corregir la conducta o actitud de un hijo, nos tomábamos tiempo para buscar algún pasaje pertinente. Luego se lo dábamos a leer en privado, y muchas veces el pequeño terminaba con lágrimas en las mejillas. Era sorprendente. La Biblia tenía un efecto que nunca habríamos conseguido con ninguna palabra o acción nuestra”.

Hebreos 4:12 señala que “la palabra de Dios es viva, y ejerce poder, [...] y puede discernir pensamientos e intenciones del corazón”. El mensaje de la Biblia no está formado por las opiniones y experiencias personales de los escritores que Dios utilizó. Más bien, expresa el criterio divino sobre los asuntos morales, hecho que lo distingue de todas las demás fuentes de consejo. De este modo, cuando usamos la Biblia para educar a los hijos, les ayudamos a plantearse las cosas como las ve Dios. Así les damos una formación de más peso y tenemos más probabilidades de llegarles al corazón.

Catherine, madre a la que antes mencionamos, concuerda con lo anterior: “Cuanto más difícil era el problema, más nos apoyábamos en los consejos de la Palabra de Dios. ¡Siempre funcionaba!”. ¿Podríamos darle mayor uso a la Biblia para ayudar a nuestros hijos a distinguir el bien del mal?

Seamos razonables

Otro principio útil para la crianza de los hijos lo expuso el apóstol Pablo cuando exhortó a sus hermanos en la fe: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes” (Filipenses 4:5). Ciertamente, nuestros hijos también deben poder ver que somos razonables. No olvidemos que esta actitud es un reflejo de “la sabiduría de arriba” (Santiago 3:17).

Pero ¿cómo demostramos una actitud razonable con los hijos? Ayudándolos de acuerdo con nuestras posibilidades, pero sin tratar de controlar todos sus actos. Por ejemplo, Mario, de quien ya hemos hablado, recuerda: “A nuestros dos hijos siempre les planteamos metas espirituales como el bautismo y el ministerio de tiempo completo. Sin embargo, les dejábamos claro que la decisión era de ellos”. ¿Cuáles fueron los resultados? Ambos son ahora evangelizadores de tiempo completo.

En Colosenses 3:21, la Biblia advierte a los padres: “No estén exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen”. Este es uno de los versículos predilectos de Catherine. Cuando a uno se le agota la paciencia, es muy fácil ponerse exigente o gruñón con los hijos. Por eso, ella da este consejo: “No debemos pedir de ellos tanto como nos exigimos a nosotros mismos”. Y en vista de que es también cristiana, ofrece esta otra sugerencia: “Hay que lograr que disfruten sirviendo al Señor”.

Los padres sensatos programan actividades recreativas para sus hijos
Grupo de niños jugando fútbol

Jeff, otro de los padres ya citados, nos habla de las medidas prácticas que adoptó: “Al irse haciendo mayores los niños, un buen amigo nos mencionó cuántas veces había tenido que decirles que no a sus hijos. Al final se amargaban y creían que él era un tirano. Como mi amigo no quería que eso nos pasara a nosotros, nos recomendó buscar maneras de decirles que sí.

”Nos pareció una buena recomendación. Así que nos pusimos a seleccionar para nuestros hijos actividades que pudiéramos aprobar por realizarse en circunstancias adecuadas. Les decíamos: ‘¿Sabían que Fulanito va a hacer esto o aquello? ¿Les gustaría ir?’. Y si ellos nos pedían que los lleváramos a algún sitio, nos obligábamos a llevarlos aunque estuviéramos cansados. Todo con tal de no decirles que no”. Y esa es la esencia del espíritu razonable: ser equitativos, considerados y flexibles, pero sin violar ningún principio bíblico.
Decálogo para la educación de los hijos

Como a todos nos gustan las cosas concretas, terminamos proponiendo un decálogo inspirado en lo que leímos en algún sitio. Los padres pueden tenerlo en cuenta, sirviéndose del amor y el ejemplo como medios, para crear el clima espiritual de un hogar cristiano:

1. La educación debe comenzar desde la más tierna edad del niño.

2. Los padres debéis hermanar la autoridad con la dulzura.

3. Elegid bien la escuela y los maestros que han de auxiliaros.

4. Educad a vuestros hijos en las enseñanzas del Salvador y en su temor y amor.

5. Vigilad las compañías, lecturas, espectáculos y diversiones.

6. No provoquéis la ira de los hijos.

7. No les engañéis para salir del paso

8. No les castiguéis cuando estáis enfadados.

9. Hacedlos amantes del Señor.

10. Y por fin, al educarlos, dirigidlos siempre ayudados de la mano de Dios.)orad por ellos)

conclusion

Hacer lo mejor por nuestros hijos es una decisión que conlleva un compromiso de muchos años. Para cumplir con este compromiso debemos sacrificar, muchas veces, nuestro tiempo personal, nuestras salidas de placer, nuestras aspiraciones a un trabajo remunerativo en una empresa, y a ratos nuestra paz interior pues educar a uno o varios niños en verdad pone a prueba la paciencia y amor de los padres. La decisión más fácil es la de tomar horas libres para dedicarnos a nuestras cosas. Reflexiona: ¿Es justo y vale la pena sacrificar el buen futuro de tus hijos por unas horas de tranquilidad o por un salario extra que te permita obtener esas comodidades o pequeños lujos materiales que tanto codicias?

Ni es justo ni vale la pena. Lo que sí vale la pena es tu esfuerzo y sacrificio. Estos se verán recompensados al mirar a nuestros hijos inclinarse con deleite hablando en oración a Dios, escuchando sus sinceras y prontas disculpas cuando se equivocan, mostrándose sorprendidos al escuchar palabras groseras, recordándonos con interés y aprehensión algo que se nos pasó por alto de nuestros deberes para con Dios.

Unámonos todos en ruego al Señor pidiendo nos de Su Sabiduría (Prov.8:32-35) para entender Su voluntad, y fortaleza para cumplirla. Pidámosle nos de paciencia y amor genuino para, no mirando ni las 'necesidades' económicas ni el sacrificio personal, (el cual es muy pequeño si lo comparamos a Prov.31), tomemos en nuestras manos la educación de nuestros hijos. (Sal.127:3)

pensamiento...

Es imprescindible preparar a nuestros hijos con valores morales y conocimientos de su papel o rol en la vida, antes que se enfrenten a un ambiente totalmente opuesto al ambiente cristiano.

definición de EDUCAR

Proverbios 22:6 nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Es probable que muchos de nosotros creemos que esta promesa no se ha cumplido en repetidos casos, pero no culpemos a Dios; no pensemos que Él ha faltado a su promesa. La culpa es nuestra.

Nuestro error consiste en no habernos dado cuenta de lo que verdaderamente significa instruir “al niño en su camino”. A muchos niños se les ha dicho lo que deben hacer; a otros se les ha enseñado lo que deben hacer, pero a muy pocos se les ha instruido o educado. Educar no es solamente decir las cosas. Tampoco es enseñarles. Instruir o educar es adiestrar y entrenar.

DECIR: Es ayudar a saber.
ENSEÑAR: Es ayudar a saber y a creer.
INSTRUIR O EDUCAR: Es ayudar a saber, a crecer y hacer.

Muchos padres y maestros se dedican hablar en vez de educar. Creen que su obligación es únicamente impartir conocimientos. Consideran las cabezas de los niños como recipientes que deben llenar, algo así como cuando se llena un cántaro vacío con agua. Sin embargo, la educación consiste no sólo en adquirir conocimientos, sino en usarlos. En este proceso incluye el desarrollo y la acción.

El Señor Jesús, el Maestro de maestros, en su ministerio terrenal se dedicó más que todo, no a predicar, ni a enseñar, sino a entrenar. Vivía con su grupo de alumnos, sus discípulos, y dirigía su vida y sus actividades. Se aseguraba que sus alumnos aprendieran sus enseñanzas y las pusieran en práctica. Bajo la supervisión de Jesús los discípulos se desarrollaban, no sólo por los conocimientos que Él les impartía, sino porque Él mismo vivía lo que enseñaba; a ellos les daba la oportunidad de poner en práctica lo que habían aprendido. Un ejemplo: Primero, envió fuera a los doce, y más tarde a los setenta (Lucas 9:1-6; 10:1-12).

Gonzalo Baez-Camargo en su libro “Principios y Métodos de la Educación Cristiana” nos da la siguiente definición: “La educación cristiana es el proceso por el cual la experiencia, es decir, la vida misma de la persona, se transforma, se desarrolla, enriquece y perfecciona mediante su relación con Dios en Jesucristo”.

No es suficiente que los alumnos lleguen aceptar las normas y principios del Evangelio en una forma mecánica y abstracta. No basta que adopten las leyes morales del cristianismo tratando de poner en práctica las enseñanzas de Jesús. Todo esto está incluido, pero es mucho más. Es necesario que cada persona, niño, joven o adulto, llegue a situar en el centro de su vida y experiencia a Dios revelado en Jesucristo. Que cada uno llegue a sentir esa misma experiencia de San Pablo cuando dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).

H. M. Hamil en su libro “El Maestro de la Escuela Dominical” nos da claramente la diferencia entre educar y enseñar. Enseñar es plantar la semilla, pero educar es cuidar la planta hasta que llegue a la madurez. La enseñanza da conocimiento; la educación forma el carácter.

Ojalá que nosotros no nos conformemos con dedicarnos únicamente a plantar la preciosa semilla de la Palabra de Dios en los corazones de los niños, jóvenes y adultos, sino que nos esforcemos en cuidar esa semilla hasta verla germinar, crecer y llevar fruto para la gloria de nuestro Dios. Sólo así estaremos cumpliendo con nuestro deber de ser instrumentos en la formación de un carácter cristiano en nuestros alumnos y en nuestros hijos.

Recordemos que el mandato de Dios para nosotros, padres, pastores, maestros y todo cristiano es: “Instruye, educa...”. Ojalá podamos ver nuestros errores y podamos enmendarlos con la ayuda de nuestro Dios y que nos prestemos a ser los instrumentos usados por el Espíritu Santo para ayudar a la formación de vidas consagradas al Señor. Ese es el verdadero significado de la Educación Cristiana.