sábado, 1 de mayo de 2010

definición de EDUCAR

Proverbios 22:6 nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Es probable que muchos de nosotros creemos que esta promesa no se ha cumplido en repetidos casos, pero no culpemos a Dios; no pensemos que Él ha faltado a su promesa. La culpa es nuestra.

Nuestro error consiste en no habernos dado cuenta de lo que verdaderamente significa instruir “al niño en su camino”. A muchos niños se les ha dicho lo que deben hacer; a otros se les ha enseñado lo que deben hacer, pero a muy pocos se les ha instruido o educado. Educar no es solamente decir las cosas. Tampoco es enseñarles. Instruir o educar es adiestrar y entrenar.

DECIR: Es ayudar a saber.
ENSEÑAR: Es ayudar a saber y a creer.
INSTRUIR O EDUCAR: Es ayudar a saber, a crecer y hacer.

Muchos padres y maestros se dedican hablar en vez de educar. Creen que su obligación es únicamente impartir conocimientos. Consideran las cabezas de los niños como recipientes que deben llenar, algo así como cuando se llena un cántaro vacío con agua. Sin embargo, la educación consiste no sólo en adquirir conocimientos, sino en usarlos. En este proceso incluye el desarrollo y la acción.

El Señor Jesús, el Maestro de maestros, en su ministerio terrenal se dedicó más que todo, no a predicar, ni a enseñar, sino a entrenar. Vivía con su grupo de alumnos, sus discípulos, y dirigía su vida y sus actividades. Se aseguraba que sus alumnos aprendieran sus enseñanzas y las pusieran en práctica. Bajo la supervisión de Jesús los discípulos se desarrollaban, no sólo por los conocimientos que Él les impartía, sino porque Él mismo vivía lo que enseñaba; a ellos les daba la oportunidad de poner en práctica lo que habían aprendido. Un ejemplo: Primero, envió fuera a los doce, y más tarde a los setenta (Lucas 9:1-6; 10:1-12).

Gonzalo Baez-Camargo en su libro “Principios y Métodos de la Educación Cristiana” nos da la siguiente definición: “La educación cristiana es el proceso por el cual la experiencia, es decir, la vida misma de la persona, se transforma, se desarrolla, enriquece y perfecciona mediante su relación con Dios en Jesucristo”.

No es suficiente que los alumnos lleguen aceptar las normas y principios del Evangelio en una forma mecánica y abstracta. No basta que adopten las leyes morales del cristianismo tratando de poner en práctica las enseñanzas de Jesús. Todo esto está incluido, pero es mucho más. Es necesario que cada persona, niño, joven o adulto, llegue a situar en el centro de su vida y experiencia a Dios revelado en Jesucristo. Que cada uno llegue a sentir esa misma experiencia de San Pablo cuando dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).

H. M. Hamil en su libro “El Maestro de la Escuela Dominical” nos da claramente la diferencia entre educar y enseñar. Enseñar es plantar la semilla, pero educar es cuidar la planta hasta que llegue a la madurez. La enseñanza da conocimiento; la educación forma el carácter.

Ojalá que nosotros no nos conformemos con dedicarnos únicamente a plantar la preciosa semilla de la Palabra de Dios en los corazones de los niños, jóvenes y adultos, sino que nos esforcemos en cuidar esa semilla hasta verla germinar, crecer y llevar fruto para la gloria de nuestro Dios. Sólo así estaremos cumpliendo con nuestro deber de ser instrumentos en la formación de un carácter cristiano en nuestros alumnos y en nuestros hijos.

Recordemos que el mandato de Dios para nosotros, padres, pastores, maestros y todo cristiano es: “Instruye, educa...”. Ojalá podamos ver nuestros errores y podamos enmendarlos con la ayuda de nuestro Dios y que nos prestemos a ser los instrumentos usados por el Espíritu Santo para ayudar a la formación de vidas consagradas al Señor. Ese es el verdadero significado de la Educación Cristiana.

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