lunes, 10 de mayo de 2010

tres reglas para la educacion de los hijos

UNA ESTRATEGIA COMPUESTA

Nuestra meta como padres es ver a nuestros hijos seriamente dependiendo de Cristo y su Palabra, para la cual debemos esforzarnos pero ¿cómo la llevaremos a cabo? En Efesios 6.4 encontramos una triple respuesta a esta pregunta. Una parte está formulada en forma negativa cuando Dios nos dice lo que debemos evitar en la crianza de nuestros hijos. Las otras dos partes están presentadas en forma positiva donde Dios nos dice lo que sí debemos hacer.

Primera estrategia: No provocarlos a ira

En cuanto a lo negativo, Dios dice que debemos evitar provocar a nuestros hijos a ira. Aquí habrá que explicar el significado de las palabras «provocar» e «ira». No provocar la ira de nuestros hijos no significa que jamás haremos actos que podrían molestar, desagradar o hacer que se enojen. No significa que nunca debemos negarles cosas o dejar de darles algo que desean ansiosamente.

Significa que nunca debemos tratarlos de tal modo que sus pasiones sean innecesariamente excitadas, que no debemos tratarlos de manera que sean incitados a un estilo de vida iracundo y lleguen a ser hombres y mujeres irascibles. La Biblia al Día dice: «Y en cuanto a ustedes, padres, no estén siempre regañando y castigando a sus hijos, con lo cual pueden provocar en ellos ira y resentimientos». Lo que debemos evitar es exasperar a nuestros hijos al punto de producir en ellos un resentimiento profundo y duradero.

Colosenses 3:21 en la Nueva Biblia Española dice: «Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se depriman», y la versión Dios Habla Hoy: «para que no se desanimen». En el griego la palabra que se traduce «depriman», «desanimen», o «vuelvan infelices» significa: «dejar de soplar el viento sobre las velas de un barco». Dios está diciendo: «No formen a sus hijos de tal modo que les quiten toda fuerza o iniciativa. No los críen de tal manera que se tornen totalmente frustrados, decaídos, amargados, hostiles, holgazanes, pesimistas, negativos, temerosos, miedosos, inseguros, rebeldes, resentidos, impíos y descarriados».

«Por todos los medios», dice Dios, «eviten provocar a sus hijos a la ira». ¿Pero cómo podremos obedecer este mandato?

¿Cómo evitamos irritar a nuestros hijos a la ira? Para evitar provocar a ira a nuestros hijos considere lo siguiente:

• Tenga expectativas reales acerca de ellos.

• Repréndalos o corríjalos en el modo adecuado. Si usted se equivoca pida perdón.

• Practique lo que predica.

• Debemos impregnar las mentes de nuestros hijos con valores y normas correctas por medio de preceptos y del ejemplo personal. Nuestra sociedad ha hecho ídolos del poder, la fuerza, la belleza, la riqueza, la inteligencia y la capacidad atlética. Esto es lo que la gente valora. En nuestra sociedad, una persona exitosa es alguien que posee por lo menos una de estas virtudes. Según la Biblia, esta forma de medir el valor y el éxito no es correcto porque Dios no valora esto. Por tanto, debemos esforzarnos por inculcarles a nuestros hijos el hecho de que no los valoramos en base a estas cualidades externas y superficiales. El niño que no es tan inteligente o bien parecido, o no tan buen atleta debe saber que le ama y valora tanto como aquel que posee estas cualidades.

• Busque tener buenos momentos con sus hijos.

• Comuníqueles libremente amor y aprecio. Hágase el hábito de manifestar su amor y aprecio por sus hijos en forma tangible: con un abrazo, un beso, una palmada en la espalda, con palabras, por notas escritas, con un regalo, al jugar con ellos, al escucharles, y al respetar sus opiniones.

• Permítales falla y cometer errores sin que ello les haga sentir que no serán aceptados.

• Debemos hacerles conocer las expectativas, reglas y reglamentos. Debemos reconocer nuestros errores, pedirles perdón cuando les hemos fallado, y procurar una reconciliación.

• Debemos facilitarles el acercamiento cuando tengan problemas, dificultades y preocupaciones. Aprenda a escuchar cuando deseen hablar. En lo posible esté a su disposición.

Efesios 6.4 dice que la meta de los padres debe ser criar a sus hijos en el Señor. También indica que para hacer esto debemos evitar provocarlos a ira. Esa es la primera parte de la estrategia de Dios para una crianza eficaz de los hijos.

Segunda estrategia: En disciplina

La segunda parte de la estrategia de Dios se encuentra en las palabras «en disciplina y amonestación del Señor». La palabra griega traducida como «disciplina» significa «inculcar en la mente». Para criar a sus hijos Los padres deben inculcar algo en sus mentes. ¿Qué es lo que deben inculcar? La instrucción, el consejo o la amonestación del Señor.

El niño «debe ser alcanzado en su corazón con la Palabra de Dios. El mensaje de Dios debe llegar en primer lugar al corazón de nuestros hijos, llevándolos al arrepentimiento y a la fe. Los padres deben guiarlos al arrepentimiento, a la convicción de pecado, al Salvador. Y luego deben continuar mostrándoles lo que Él desea y motivarles…»

En la Biblia Dios da instrucción y principios para guiarnos en todas las áreas de la vida. Dios da principios para ayudarnos a relacionar con otras personas, a controlar y utilizar nuestras emociones, a utilizar el tiempo y dinero, a enfrentar y resolver problemas. Ayuda a tomar decisiones, vencer a la ira pecaminosa y el resentimiento, a tener un buen matrimonio, a hacer amigos, y cómo responder cuando somos maltratados. Nos provee las herramientas para saber cómo trabajar, cómo llegar a ser comunicadores eficaces, cómo vestirnos, cómo ser buenos padres, cómo establecer valores y normas correctas, cómo orar, cómo estudiar la Biblia y mucho más. La Biblia es el libro más práctico del mundo, y es nuestro privilegio y responsabilidad criar a nuestros hijos inculcando en sus mentes estas verdades.

Con esto no quiero decir que nosotros debamos dar toda la enseñanza. Podemos y debemos utilizar todos los recursos de la iglesia y aun recurrir a hermanos cristianos para que nos ayuden en esta tarea; poner en las manos de nuestros hijos buena literatura cristiana: enviarlos a una escuela cristiana donde la enseñanza bíblica sea diariamente impartida.

Pero aunque utilicemos todos estos recursos debemos comprender que, en última instancia, la responsabilidad de criar a nuestros hijos para que conozcan las Escrituras y establezcan sus valores, no es de la iglesia o la escuela. Es nuestra como padres y recae especialmente sobre el padre como cabeza del hogar.

El medio que utiliza Dios para salvar a las personas y transformarlas a la semejanza de Jesucristo (madurar) es la amonestación e instrucción en la Palabra de Dios. Por lo tanto, si como padres honestamente deseamos criar a nuestros hijos, guiándolos hacia la madurez espiritual, debemos vigilar que la verdad de la Palabra de Dios sea inculcada en sus mentes. Debemos procurar darles una buena educación académica, pero es más importante instruirlos en el consejo y amonestación de Dios. Debemos instruirlos por medio de la enseñanza formal e informal, por preceptos, principios, e ilustraciones, pero en especial por nuestro ejemplo práctico, consecuente, piadoso.

Tercera estrategia: En amonestación

Una tercera parte en la estrategia en la crianza de los hijos se encuentra en las palabras «en la amonestación del Señor». Contrariamente a lo que muchos piensan los hijos no son angelitos. No hacen lo correcto por naturaleza, ni se impacientan por escoger lo bueno y santo. Dios dice que necesitamos disciplinarlos para ayudarlos a escoger correctamente y aprendan a hacer lo bueno y vivir rectamente. La disciplina se refiere a la enseñanza obligada, o con estructura, enseñanza que se grabe en sus mentes.

Dios dice: «Si quieren que sus hijos crezcan bien, tendrán que lograr que obedezcan. En ocasiones se opondrán a las cosas que son para su bien y tendrán que utilizar disciplina para motivarlos a hacer lo correcto». Hay sólo una clase de disciplina que debemos utilizar en la crianza de nuestros hijos: «la disciplina del Señor», la que se manda en Proverbios, la que Dios utiliza para con sus hijos.

A continuación una lista de algunos principios que están involucrados en el ejercicio de la disciplina según Dios:

• Los límites y normas deben ser claros, bien establecidos y anunciados. (Pr 29.15; Ex 20.1–17).

• No deben ser demasiados y deben ser claramente comprendidos. (Ex 20.1–17; Mt 22.34–40).

• Las normas deben ser cumplibles, no movibles y consecuentes. Deberán poder ser impuestas. • No las bases en trivialidades ni deben ser arbitrarias. Explique el motivo de ellas (Ef 6.1–2).

• Procure establecer sus normas y reglamentos sobre principios bíblicos. Recuerde que son para el bien de sus hijos, ellos necesitan límites para alcanzar seguridad y aprender a distinguir entre lo bueno y lo malo.

• Toda vez que sea posible, díganles no sólo lo que esperan de ellos sino demuéstrenselo.

• Cuando se violan las normas, administren el castigo necesario.

Dios no siempre nos disciplina de la misma forma. Acomoda la disciplina a nuestra necesidad. El castigo debe administrarse con instrucción y previo acuerdo de los padres. Los hijos deben saber que sus padres están de acuerdo. Si sienten que uno de los padres es «blando» y que el otro es «estricto» los resultados pueden ser desastrosos.

La disciplina debe administrarse en forma consecuente. No debemos castigar a los hijos por algo en una ocasión e ignorarlo cuando hacen lo mismo en otra circunstancia, no habrá crecimiento ni corrección a menos que sea consecuente.

Si una acción es considerada errónea una vez, lo será también, la segunda, la tercera y aun la décima vez, a no ser, por supuesto, que usted comprenda que su norma estaba equivocada.

El castigo debe administrarse con la suficiente fuerza como para desalentarlos a desobedecer nuevamente. La disciplina debe ser lo suficientemente severa como para recordarla pero no tanto como para dañar a los hijos (Pr 23.13–14).

La disciplina debe administrarse con un corazón de amor (Pr 13.24; 1 Co 16.14; Ap 3.19). A propósito, el amor y la ira no necesariamente son opuestos (Ef 4.26, 32). La ira pecaminosa, descontrolada y el amor en sí son incompatibles (Ef

4.31–32; 1 Co 13.4). Sin embargo, la ira controlada y el amor genuino pueden morar en el mismo corazón al mismo tiempo

y estar dirigidos hacia la misma persona. Es legítimo enojarnos con nuestros hijos por desobediencia genuina. Al mismo tiempo, no debemos expresar ese enojo en maneras pecaminosas (con gritos, alaridos, con rencor, irritabilidad, etc.) sino siempre en forma cariñosa por el bien de nuestros hijos.

CONCLUSIONES

Padres:

Lo principal es que críen a sus hijos de acuerdo al plan de Dios. El no hacerlo constituye una desobediencia a su Dios. En segundo lugar, deben adoptar este plan porque será para el bien de toda la familia: padres e hijos. Tercero, deben adoptar este plan porque así sus hijos ya no serán un obstáculo entre padres, sino un lazo que los unirá más.

El asistir o no a una iglesia no garantiza la salvación de su hijo, de cualquier manera, la responsabilidad final de ello depende, y es una responsabilidad primaria de los padres. No tiene excusas pensando en que los tiempos pasados fueron mejores, no es así. La crianza de sus hijos es responsabilidad suya y no puede delegarla.

Debe predicar con el ejemplo y ser el modelo que ellos quieran seguir, debe sembrar y cultivar la semilla en sus corazones

y entender que los caminos de Dios no son los del mundo. Padre usted es el sacerdote de su casa.

Ore por ellos todo el tiempo pidiendo protección y guía del Señor para sus vidas, ore para que sean personas exitosas desde la óptica del mundo: económica, profesional y socialmente. Pero sobre todas las cosas pida para que sean hombres y mujeres temerosas de Dios.

Jóvenes:

La responsabilidad principal por la vida recae en cada uno, no pueden culpar a otros por lo que suceda con ella, recuerden que todo lo que se hace o deja de hacerse trae consecuencias. Es fácil tratar de buscar culpables, pero al margen de encontrarlos, en apariencia, quienes vivirán el resultado de las cosas, serán ustedes.

El padre y la madre, por más que se esfuercen, no podrán garantizar su salvación, ella depende de ustedes. Ustedes deciden a quién seguir y qué hacer.

Deuteronomio 11:26 – 28: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.”

Isa 55:8 – 9: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

Esas palabras no pueden ser más claras. Sepan elegir su camino, busquen a Dios y caminen de la mano de sus padres, acudan a ellos en busca de consejo sabio, hónrenlos y tendrán bendición. El mejor lugar para acudir en busca de ayuda, después de Dios, son sus padres.

No malentiendan los límites, normas y disciplina. Ayudan a forjar mejores personas. No crean que sus padres por ser mayores son cuadrados, pasados de moda o ridículos porque les aconsejan o restringen en algunas cosas. Algo han vivido y saben lo mejor para ustedes. Establezcan una buena comunicación basada en la confianza y el respeto mutuo.

En el universo existen sólo dos personas: usted y Dios. Dios ha establecido reglas específicas para vivir y Dios no se equivoca. Al desobedecerlo y apartarse de Él. Adivine, ¿Quién se equivoca?

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